m
e
n
u
 

Viaje a Islandia 2º Cuaderno de viajeros.

Viaje a Islandia.

Viaje a Islandia 6º día.

Nos levantamos comentando el día de ayer, pero con mucha ilusión por lo que nos queda por ver. ¿Con qué nos sorprenderá hoy la isla? ¿Ha guardado muchos tesoros naturales escondidos tan cerca como está de la vieja y concurrida Europa?

Salimos de nuestro alojamiento dirección al Parque Nacional  Vatnajökull  Norte, ya desayunados y con el bocadillo en la mochila. Cogemos dirección este por la carretera nº 1. Nos alejamos de Mývatn. Transcurridos unos 45 minutos nos encontramos en el aparcamiento que indica Dettifoss y Selfoss. Primero nos acercamos a Selfoss por un camino rodeado de basalto, roca de color muy oscuro. Es la roca volcánica más común pero no por ello menos  bonita con sus formaciones hexagonales. Esta cascada que nos recuerda a Godafoss, es un salto ancho en forma de media luna. El agua, de un blanco grisáceo, indica su procedencia glaciar. Seguimos por un sendero paralelo al río Jökulsá. Nuestro pavimento es de basalto. Este se aprecia en todo nuestro horizonte. Es un paisaje desolador, pero tiene fuerza o la trasmite. Una pequeña curva en nuestro camino y llegamos al espectáculo natural de Dettifoss. Los 44 m de desnivel  y 100 m de anchura de esta cascada no son lo importante, sino sus casi 200 m3/seg de media, llegando a alcanzar incluso los 500 m3/seg., que generan una enorme nube de vapor junto al salto de agua. De no habernos puesto los impermeables habríamos acabados empapados. A pesar del cielo nublado, casi plomizo, nuestras cámaras de fotos no paran de disparar. El ruido es ensordecedor, pero a la vez carismático y embriagador. Todo un espectáculo visual y sonoro.

Regresamos al  coche comentando la grandiosidad  del caudal del río precipitándose. Salimos del aparcamiento en el cual existen servicios portátiles y cogemos dirección norte. Al poco de salir del desvío, nos encontramos con la carretera sin pavimentar. Tendremos que circular a menos velocidad. Tras una hora y poco nos presentamos en  el aparcamiento de Hljódaklettar.  Comenzamos nuestro recorrido en una zona de camping con servicios mínimos y caminamos por un sendero salpicado de orquídeas muy diminutas y otras flores.   Encontramos cola de caballo, abedules y matorrales. En poco tiempo llegamos al borde del río Jökulsá cuyos farallones rocosos con formaciones hexagonales se muestran delante de nosotros. Parecen panales de abejas con extraños remolinos. No imagino que fenómeno generó este caos pues las columnas de basalto suelen presentarse verticales, las hemos visto claramente en Selfoss, pero aquí aparecen horizontales e inclinadas. Seguimos avanzando y nos encontramos un panal de basalto. Nos detenemos mientras una familia con sus dos hijos pequeños terminan de hacer las correspondientes fotos de recuerdo. Una cueva de basalto aparece junto a nosotros y nos sentamos en su interior para contemplar el entorno. Vemos grupos de helechos entre las piedras.

Hacemos un corto descanso para tomar nuestro bocata (que por cierto sabe a gloria) de salmón marinado con tomate, una cerveza compartida y una manzana con una etiqueta que indica su procedencia, Argentina. Ya con energías renovadas, seguimos por el sendero hasta llegar a una montaña de color rojo, Raudhólar, desde la que tenemos unas vistas muy bonitas del cañón formado por el río. Hemos tardado unas dos horas en regresar al lugar de partida.

Seguimos por la carretera sin pavimentar y llegamos al lugar donde cuenta la leyenda que el caballo del dios Odín dejo la huella de su casco (pezuña), creando una especie de anfiteatro, pero en roca. Según los geólogos, un fuerte cataclismo ocasionó una gran avenida de hielo, agua y rocas que produjo el paisaje que nos rodea.

Continuamos entre un bosque de abedules enanos y llegamos a un lago. Por cierto, ha salido el sol. Vemos algunos ánades junto a nosotros. Uno de ellos pasa por delante de nosotros una y otra vez con cara de asustado. ¡Porrón islándico!, dice Israel. Las paredes del anfiteatro son el lugar de nidificación de fulmares. Subimos por unas escaleras de madera para acceder a un mirador desde el cual contemplamos el entorno sin que el bosque nos tape. Probablemente tienen razón los geólogos, aunque la leyenda... No hemos tardado más de una hora para visitar este lugar tranquilo.

Con lo que llevamos visto es suficiente, pero para volver a Mývatn, no nos queda otra que pasar por Húsavík, ya que tardaremos menos cogiendo la carretera asfaltada que volvernos por el camino sin pavimentar por el que hemos venido.

Nos encontramos con el mar, una gran playa y acantilados. Paramos para mirar con el catalejo y prismáticos en busca de aves. Estos acantilados están en plena actividad: fulmares, frailecillos, etc. que van y vienen. Nuestras coordenadas son 66o21’y 17o03. Probablemente es el lugar más hacia el norte que pisaremos. Estamos con una sola capa de ropa ya que el día termina soleado y sin viento.

Ya en Húsavík, una pequeña localidad denominada la capital de la observación de ballenas, nuestro horario no nos permite embarcarnos. Esta actividad la hemos reservado para hacer en Reykjavik. Hemos llegado ya muy tarde al pueblo de casas de colores que cuenta con un museo muy completo sobre la ballena y una faloteca. Nos relajamos paseando entre barcos. Hoy para cenar nos pedimos una sopa de pescado con pan, acompañada de una cervecita para compartir, las latas de cerveza en Islandia son de o,5 litros.

El día termina regresando a Myvatn, donde se encuentra el alojamiento que estamos utilizando como centro de expediciones durante tres noches. Las luces del vehículo encendidas son obligatorias, pero hoy tenemos mucha luz. El sol se encuentra en el horizonte e ilumina con intensidad. La verdad es que las podíamos apagar. Mientras circulamos vamos comentando las experiencias del día: nos hemos adentrado en un cañón formado por las fuerzas de la naturaleza; hemos visitado cascadas de dimensiones insospechadas; hemos visto formaciones basálticas difíciles de explicar, la huella de un caballo y hemos terminado tomando una sopa que reanima a turistas fatigados.


7º día.

Nos levantamos una hora antes pues toca recoger el equipaje y cargar el coche. Nos espera el segundo día de más kilómetros del viaje: unos 390 km, pero todo por la carretera nº 1. Esto implica unas 5 horas, pero ya nos hemos acostumbrado a conducir tranquilos disfrutando de los diferentes paisajes que salen a recibirnos.

Una vez desayunados, y con nuestras reservas de comida al límite, tenemos que parar  a realizar la compra. Egilsstadir probablemente sea el lugar adecuado.

Nos alejamos de Mývatn por paisajes desérticos salpicados de florecillas. Pasamos por la laguna de color azul turquesa, por Hverir y sus montañas pastel. Nos gustaría detenernos, pero tenemos que proseguir. Seguro que el día también nos sorprende con algo especial pues ¡este país es la leche!. Cruce a Dettifoss, seguimos. A partir de aquí nuevos paisajes salpicados con tres puntos blancos,ya sabéis cordero y dos crías, cisnes y colimbos en pequeños humedales, una carretera sin tráfico y con el sol desde la salida.  Paramos junto a la carretera a tomar un café y estirar las piernas. Hay otra “foss” junto a nosotros. ¿Cuál es su nombre?  Se me pasó anotarlo. A partir de hoy la llamaremos “Otrafoss”.  El café lo llevamos en termos y lo preparamos en el desayuno. Es realmente relajante tomarte un cafecito en mitad de la nada, rodeados de los paisajes que hemos escogido para detenernos.

Llegamos Egilsstadir y un supermercado sale a nuestro paso. Parada de una hora y ya tenemos provisiones para los próximos días. Damos un pequeño paseo junto al gran  lago Lagarfljót, rodeado de bosques y merenderos. Paramos en uno de ellos para relajarnos y nos tumbamos en la hierba para tomar nuestros bocadillos. Los bosques están tapizados de cola de caballo.

Mirando una guía de las que llevamos, nos percatamos que muy cerca de nosotros hay una cascada imponente. Es un salto de agua de 120 metros. La segunda más alta de “la isla secreta”. Dejamos el coche en un aparcamiento del cual salen unas escaleras de madera que suben directamente hacia un camino de tierra con pendiente.  Nos toca andar unos 3/4 de hora para llegar a la “foss” (ya saben, cascada en islandés). A mitad de camino encontramos otra cascada, Litlanesfoss, rodeada de columnas de basalto. Seguimos, se suaviza la pendiente y llegamos a Hengifoss. Ha merecido la pena la hora de subida para encontrarnos con otro tipo de cascada, en este caso enmarcada en un pequeño circo formado por la misma y rodeada de basalto y coladas sobrepuestas que parecen estratos separados por unos "sedimentos rojos". Tras una media hora de descenso, lo primero que hago es consultar la guía de rocas. Lógicamente no son sedimentos rojos, sino oxidación de la parte alta de la colada antes de ser tapada por la siguiente colada.

Dejamos Lagarfljót y nos encaminamos hacia los fiordos del este. Tenemos un rato de conducción con nuestras luces puestas y escuchando la radio. Ponen muy poca música, pues los islandeses se pasan casi todo el día hablando. Nos imaginamos que cerca de Reykjavik la cosa cambiará.

Nuestro primer fiordo del este es Berufjördur, un “fjördur” (fiordo) que se encuentra rodeado de altas montañas. Llegamos con marea alta. Tenemos unos bonitos reflejos, así que toca parada para realizar fotos y estirar las piernas. Con esta luz que tenemos, ¿donde habré dejado mi "amado trípode"? Nos acompaña el sonido de las aves, mejor que la radio. Este lugar hace que merezca la pena el día que denominamos de transición.

Llegamos a nuestro alojamiento que se encuentra en el fiordo, junto a una playa de canto rodado. Es una granja habilitada para el turismo, aunque su actividad agrícola continúa. Preparamos la cena y enviamos unos correos electrónicos a nuestras pacientes mujeres. Todos los alojamientos en los que hemos estado tienen wi-fi gratis.

Hoy tengo en mente realizar fotografías con el sol de media noche. Esto supondrá acostarme un par de horas más tarde de lo normal. Sería para matarme no aprovechar este entorno.

Dejo la habitación preparada para que, cuando termine la sesión fotográfica, solo tenga que meterme en el saco.  Israel escribe en su diario mientras yo me lanzo a la playa del fiordo. Primera sorpresa: las flores llegan hasta el mismo borde del mar. Una agachadiza vuela dando vueltas sobre mi cabeza. Su canto es realmente curioso. Un grupo numeroso de eider se aleja de la costa al verme. Lo siento, les he hecho levantarse. Sobre las 11 de la noche el sol ha dejado de colorear las nubes. Me espero hasta las doce. No necesito linterna para caminar ni para mirar los botones de la cámara, pero si las gafas. Me estoy haciendo mayor, pero también rico en experiencias. Creo que podría estar tirando fotos toda “la noche" sin iluminación artificial.


8º día.

Mientras desayunamos repaso los destinos para hoy. Suelo hacerlo todos días antes de dormir, pero ayer con la sesión de fotos me fue imposible. La mermelada de ruibarbo se terminó y hemos empezado la de arándonos. Es muy sabrosa y los frutos se ven. Pruebo el yogur con arroz y me recuerda al sabor del arroz con leche.

Zizagueamos por el fiordo. Grupos de cisnes cantores manchan de blanco los pequeños recovecos que hay junto a la costa. Hemos salido con sol y algo de nubes, pero sin brisa. Una carretera a media ladera junto al mar repleta de aves es nuestro camino. Llegamos al faro de Hvalnes. Hay una gran bahía a nuestros pies con una gran mancha blanca al fondo; son cientos de cisnes cantores. Paseamos junto al faro y por la larga playa en la que Israel encuentra un cráneo de alcatraz que guarda con mimo. Recojo un bote de arena negra para mi paciente y amada mujer, que en un correo recibido ayer me comentaba que en Tarragona hay 35º C. Y nosotros a 20º C como mucho.

Llegamos junto a la región de los “sandar” (en plural es “sandur”) y repasamos la guía. Es una gran cuenca de deposición de material fino arrastrado por los glaciares. Nos encontramos bajo los efectos de glaciar Vatnajökull y de los volcanes que  se encuentran bajos sus capas de hielo. ¡El sandar más grande del mundo delante de nuestros ojos! Lo atravesamos por la carretera nº 1 bien pegados a las laderas de las montañas. Pasamos  por puentes de un solo sentido. Algunos de firme de madera tienen pinta de ser relativamente nuevos; otros, en cambio, cuentan con pavimento metálico... ¿Para qué construir grandes infraestructuras si estas carreteras no tienen apenas tráfico y cada diez años se produce alguna erupción que ocasiona una gran avenida y arrasa con las infraestructuras? Nosotros consultamos todos los días antes de partir el estado de las carreteras. En este país se hace necesario.

Continuamos nuestro camino rodeados de montañas escarpadas coronadas por el glaciar Vatnajökull. Desde la población de Höfn, que se encuentra en una península, hay una vista impresionante. Brazos glaciares que bajan hacia el mar, como si fuese un pulpo blanco que extiende sus tentáculos. Cogemos dirección al faro donde hay una gran colonia de charranes árticos en época de cría. Desde aquí las vistas del glaciar son aún más espectaculares. Comemos contemplando este paisaje para no olvidar cargado de aves.

Al poco de salir de Höfn cogemos un camino que nos lleva a la morrena frontal de uno de los brazos glaciares. Trozos de hielo desprendidos terminan sus días en el lago confinados por la morrena frontal y las laterales. El día es totalmente soleado y nos encontramos delante del glaciar en manga corta, aunque si te quedas sentado un ratito, necesitas una segunda capa fina. Nos aplicamos crema solar ya que empezamos a coger color. Aunque son las dos del medio día (las doce en España), me coloco junto a un témpano en forma de flecha para realizar unas fotos. Muchos zarapitos que crían en esta zona, levantan el vuelo a nuestro paso.

Salen a nuestra derecha otros brazos glaciares y sandar. Vemos grupos de caballos y, ¡sorpresa!, renos en un paisaje lleno de balas de paja ya envueltas en el característico plástico blanco. Junto a nosotros hay un cisne con su cría ya crecidita. Un poquito más adelante las barnaclas cariblancas nos hacen parar de nuevo. ¡Aquí no hay forma de hacer kilómetros! Tampoco tenemos prisa ya que nuestro alojamiento se encuentra muy cerca de la laguna glaciar más famosa de la isla, Jökulsarlón, donde se han rodado varias secuencias de películas de acción y aventuras.

Junto a esta laguna si encontramos algo para el turismo organizado: barcos con ruedas para pasear junto a los témpanos, una cafetería, empresas que organizan paseos por el glaciar, etc. Nosotros optamos por pasear junto a la laguna y acercarnos a las playas de arena negra que están repletas de témpanos. Una foca asoma la cabeza por la laguna mientras las eider hembras nadan junto a sus pollos. Las parejas de págalos patrullan los alrededores y los charranes van y vienen a por comida. Hay otra colonia muy cerca del aparcamiento que pesca en la propia laguna glaciar. Estamos 3 horas contemplando este espectáculo de témpanos flotando, adornados por los brazos glaciares que se precipitan sobre la laguna. En este lugar es evidente el retroceso de los glaciares.

Nuestro alojamiento se encuentra entre la laguna glaciar y Skaftafell. Hoy toca cocina elaborada: bacalao al horno acompañado de verduras y de postre abrimos un bote de kilo de yogur con queso fresco que lo acompañamos de mermelada. ¡Es para chuparse los dedos! Personalmente es el que más me gusta de los que hemos probado, aunque Israel no comparte mi elección.

Esta isla nos sorprende cada día. Hoy ha tocado un mundo glaciar rodeado de fauna y hemos atravesado extensiones de “sandar” únicas en el mundo bajo la amenaza del pulpo Jökulsárlón que extiende sus tentáculos.


Viaje a Islandia 9º día.

El sol entra por la ventana iluminando la estancia en la que descansamos. No nos ha hecho falta el despertador. Rápidamente nos tiramos de las literas, ducha y desayuno. Hoy tenemos caminata de unas tres horas y media .

Tan solo diez minutos después de salir ya estamos en nuestro destino, el Parque Nacional Vatnajökul Sur-Skaftafell, que “sólo” abarca el 11% del país.

Hacemos una rápida visita al pequeño pero acogedor centro de interpretación del parque. No podemos resistir la tentación de tomarnos un café con leche y un expreso.

Comenzamos nuestro paseo junto al camping. Seguimos con el día soleado aunque aparecen nubes amenazantes por el horizonte marino. Nuestro sendero se dirige hacia una cascada adornada con columnas de basalto. Esperemos que, cuando lleguemos a nuestro destino, esas nubes tapen el sol, ya que llevo encima mi  "amado" trípode que pesa casi dos kilos contando la rótula.

Caminamos por un sendero tupido de vegetación y flores. Algunos tramos están protegidos con escaleras de madera que facilitan el paso a personas con dificultad y evitan la erosión de las zonas propensas a ello. Las cataratas van apareciendo entre los árboles, aunque el río no viene muy cargado de agua.

Volvemos la mirada atrás para contemplar un inmenso “sándar” entre las montañas y el mar. Proseguimos hasta una granja de techo de turba, cuya entrada es gratuita. Continuamos hacia Svartifoss, una cascada que aparece en multitud de postales.

Es  un pequeño salto de agua adornado por oscuras columnas de basalto. Tenemos suerte, el sol se ha cubierto de nubes, por lo que me permite realizar fotografías con exposiciones largas. Disfruto como un niño ante tanta belleza. El lugar es de dimensiones pequeñas aunque el resultado de las imágenes es grandioso. Una vez me he tranquilizado, seguimos nuestro camino hacia la cumbre de Skerhóll, en la que hay un mirador sobre el brazo glaciar de Skaftafellsjökull. Su cumbre alcanza los 526 metros sobre el nivel del mar. La suerte nos acompaña, ya que hay sol con nubes que nos permite divisar la grandiosidad natural del lugar. Nos quitamos las mochilas y degustamos los bocatas ante este espectáculo.

Desde la cima de Skerhóll se puede iniciar el circuito Skaftafellsheidi, que con toda probabilidad es el más famoso de este lugar con una duración total de seis horas. Israel se está pensando realizarlo, pero realmente no tenemos tiempo material, ya  que debemos proseguir con dirección a Vik. Al bajar, una perdiz nival camina delante de nosotros. Lógicamente Israel detectó su presencia a pesar de que su camuflaje es perfecto entre la tundra.

Tras pasar por los aseos y tomarnos otro café (350 coronas islandesas), nos dirigimos a visitar la laguna glaciar. Transitamos por rocas que han sufrido la erosión del glaciar a pesar de que este se encuentra ya en retroceso. En el lago, los cisnes nos reciben con su canto. Pasamos un rato de relax a los pies del glaciar.

Tenemos la sensación que nos ha faltado tiempo para poder realizar el recorrido completo ya que este lugar lo merece. Consultando la guía leemos que a finales  de 1996  la erupción del volcán Grímsvötn produjo una inundación glaciar. Derribó todo lo que encontró a su paso, incluidos los puentes al provocar el desbordamiento de la laguna glaciar por la inmensa liberación de agua proveniente del deshielo inducido por la erupción. Este fenómeno se ha repetido varias veces a lo largo de la historia geológica de la isla, denominado Jökulhlaup en islandés. Realmente para que nos hagamos una idea, debajo del campo de hielo del Vatnajökull se encuentran una serie de volcanes, que cuando entran en erupción provocan estos cataclismos tan brutales. Por todo esto se comprende perfectamente la existencia de los extensos “sandar” que tenemos delante de nuestros ojos.

Cuando tenía 14 o 15 años, una de mis pasiones era coleccionar minerales, rocas y fósiles. Por eso decidí estudiar ingeniería técnica de minas. Recuerdo que una de las asignaturas era “Geología  General”, pero de esto han pasado  ya más  de 25 años. Escribo este diario de viajeros acompañado de mi viejo libro y disfruto recordando aquello que estudié, pero que ya andaba un poco olvidado en el disco duro de mi memoria. Estamos ante paisajes que aún se están modificando y que sufren fuertes variaciones en poco espacio de tiempo (génesis).

Ya en nuestro vehículo, partimos con dirección a Vik. A nuestra derecha siguen apareciendo brazos glaciares y continuamos atravesando el “sandar”, prototipo de este fenómeno. Al llegar a Vik realizamos una pequeña compra en el supermercado que hay junto a la carretera. En nuestro alojamiento un grupo de lugareños elabora mermelada de ruibarbo. Es como una reunión de amigos con cerveza.

Ya en el saco de dormir, recuerdo el recorrido que hemos hecho junto a un brazo glaciar y la visita a la cascada más bonita de Islandia, según mi parecer. Dormido, Israel seguro que camina hacia la cima. Por mi parte, me duermo evocando los paseos con los amigos del colegio en busca de minerales y rocas junto a la casa de mis padres.

Noveno día y tenemos novedad: llueve y con intensidad. Decidimos acercarnos primero a Dyrhólaey ya que no podemos caminar a primera hora. No es buen plan empaparnos nada más comenzar el día. Salimos de la carretera nº 1  para coger un camino de tierra que accede al promontorio. No se ven aves volar, parece que el día no nos acompaña para nada. Nos bajamos junto a un faro, cogemos el paraguas y nos ponemos los trajes de agua. Primera alegría del día: tenemos a los frailecillos en el cortado y ¡a menos de tres metros! Regreso rápidamente al coche, cargo la cámara con el teleobjetivo y vuelvo corriendo junto al acantilado. Al mirar por el visor de la cámara me doy cuenta de que son como  peluches, con su simpática cara decorada con unos colores vistosos. Durante una hora ando casi loco buscando buenos encuadres para fotografiar a estas aves. Termino tirado a ras de suelo para la que creo será la foto estrella. Al final me doy cuenta de que no he puesto la funda impermeable a la cámara. Cuando regresemos al coche le tocará secarse al igual que nosotros. Ha sido un momento inolvidable el contemplar a los frailecillos bajo la lluvia. El panorama que tenemos delante es niebla y lluvia. Decidimos meternos en el coche para secarnos y esperar. La espera se hace larga. Nos vamos a tomar un café para entrar en calor.

Después de una hora regresamos, ya no llueve y se ha retirado la niebla. Por lo menos podremos ver el paisaje, uno de los más representativos de la costa sur islandesa. Aparcamos el vehículo junto al faro y paseamos por el perímetro de esta pequeña península que se adentra en el mar. Los frailecillos se han marchado. Contemplamos farallones rocosos aislados junto a la costa y playas muy largas de arena negra. Los fulmares vuelan junto a nosotros pegados a los acantilados. Mereció la pena la espera. El paisaje vuelve a ser diferente a otros que hemos visto. La verdad es que esta isla nos sorprende todos los días.

Nos acercamos a la playa de Vik para caminar tranquilamente por su orilla. Junto a nosotros, un grupo de frailecillos flota en el mar, aunque parece que estén siempre mirando al acantilado. Ahora no llueve. Estos taludes de basalto son realmente agrestes. Grupos de ostreros vuelan en bandadas. Contemplamos una escena dramática de la naturaleza: un págalo ha cogido a un frailecillo en el mar y parece que lo quiere ahogar. Tras unos segundos, el págalo levanta el vuelo y… ni rastro del frailecillo. Instantes después aparece y se queda flotando en el mar. ¡De buena se ha librado!

Tras el paseo relajante por la playa, nos dirigimos hacia “el glaciar negro”. Regresamos a la carretera nº 1 y a los pocos kilómetros cogemos un camino. Su cartel indica Sólheimajökull, el glaciar negro. Para entendernos, este brazo nace del glaciar Mýrdalsjökull, muy pegado al Vatnajökull. Se denomina glaciar negro por el color de los sedimentos que arrastra el hielo. Es un brazo glaciar estrecho y las morrenas laterales llegan a juntarse, por lo que casi toda la masa de hielo está contaminada por el color de la roca.

El camino para acceder al glaciar es muy fácil y corto. Desde aquí, algunas empresas de turismo activo introducen al viajero por las entrañas del glaciar. Si tuviéramos tiempo, podría estar bien un paseo con crampones sobre el hielo.

El clima ha mejorado sustancialmente. Ahora tenemos sol con ausencia de viento. Comemos junto al aparcamiento mirando al glaciar. Ya casi nos hemos acostumbrado al pan de molde. Repasamos nuestros planes para la tarde: tenemos un par de “foss” justo al lado, Skogafoss y Seljalansfoss.

Ya en Skogafoss, una bonita cortina de 60 metros de agua cae por los acantilados de color verde. Se encuentra junto al aparcamiento de autobuses con viajeros que provienen de Reykjavik. Perdemos la sensación de soledad, aunque nada que ver con las hordas de turistas de nuestro país de origen. El agua de esta cascada proviene del campo de hielo de Eyjafjallajökull, donde se encuentra aquel volcán que con sus erupciones de ceniza paró el espacio aéreo europeo hace unos años.

Seljalandsfoss es una cascada que se encuentra a pocos minutos de la anterior. Su principal atractivo es que podemos pasear por su interior. También sale en multitud de anuncios publicitarios.

Posteriormente nos dirigimos hacia un río geotermal que se encuentra junto a la localidad de Hveragerdi. Caminamos por un sendero rodeado de fumarolas y pozas de agua y barro hirviendo, denominados hervideros. Durante una hora vemos delante de nosotros un pequeño valle, con un río en el que empezamos a divisar cabezas dentro del mismo. Israel me pregunta: ¿no haces fotos? Le comento que la luz es un poco dura y que después del baño las haré. Vestimos con una sola capa de ropa pues el sol ha salido. Nos metemos en el río y comprobamos que el agua está realmente caliente. Es un buen momento de relax sin tener que pagar. Ya de regreso y con la tensión por los suelos, no me quedan muchas ganas de hacer fotos. No todo lo tenemos que enseñar. En el bar que hay junto al aparcamiento nos tomamos un café para subir la tensión, aunque son más de las 6 de la tarde.

Instantes después partimos hacia “El Encapuchado”, nombre con el se conoce al volcán más famoso de Islandia, el Hekla. Nuestro alojamiento se encuentra muy cerca de sus laderas. En Pingvellir nos recibe un esmerejón que está posado en un poste. Disfrutamos de su fugaz vuelo. Los dueños del alojamiento, madre e hijo, nos advierten que si detectamos un temblor de tierra tenemos poco tiempo para salir huyendo, aunque nos tranquilizan diciendo que "nuestras generaciones viven en la zona desde hace mucho tiempo".

Así pues, nos encontramos junto al Hekla, en la terraza de la casita de madera que nos acoge tomando una cerveza. La temperatura es agradable. Hacia el oeste hay nubes coloreadas por la larga puesta de sol. En todos los documentos antiguos se representaba a este volcán en activo, pero esperamos que “El Encapuchado” siga durmiendo. En la jornada de hoy hemos disfrutado, por la mañana y bajo la lluvia, del frailecillo con su pico multicolor, del vuelo del fulmar y de paisajes de arena negra con promontorios llenos de aves. Hemos caminado sobre “el glaciar negro” y nos hemos adentrado en una cascada. Otro día completo en esta isla que nos sorprende a diario, aunque ya no nos choca que no apaguen la luz y que no tengan persianas. Por cierto, ni rastro del café de la tarde.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

.


contenidos © davidperezhens creado en Bluekea