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Viajes a Islandia 3º Cuaderno de viajeros.

Viaje a Islandia.

Viaje a Islandia 11º día.

Un nuevo día comienza con el cielo nublado. Nuestro destino es Landmannalaugar. Rodeados de montañas de colores que parecen pintadas, circulamos por carreteras sin pavimentar. Sólo una hora de coche y ya estamos. Antes paramos a cambiar de vehículo y alquilamos un 4x4 ya que el seguro de los vehículos normales no permite circular por este tipo de carreteras, que denominan F. El día cuesta doscientos euros más el consumo; son normas del país. Cuando llegamos a la zona del camping de Landmannalaugar, nos damos cuenta que esta medida no tiene ningún sentido, ya que hemos circulado por una pista llena de polvo pero sin accidentes que impidan el paso de un vehículo sin tracción 4x4. Sus motivos tendrán, aunque no lo llegamos a entender.

Antes de llegar al camping de Landmannalaugar hemos parado en un volcán rodeado de tierras rojas. Su cráter, inundado de aguas de color turquesa, está junto a un lago rodeado de montañas de color pastel, salpicadas de lentejones de nieve. Es un paisaje único. La roca predominante es la riolita, que ya la conocemos. Observamos muchos ríos de lava.

Comenzamos nuestra caminata desde la zona del camping y cruzamos un río donde se reúne la gente para darse un baño de aguas termales. Nos dirigimos hacia un barranco, algo encajonado y jalonado con estacas de madera desde el que no tenemos perspectiva alguna. Poco a poco comenzamos a coger altura. Delante de nosotros aparecen coladas de lava de morfología un tanto caótica. Caminamos por el río de lava y comienzan a aparecer las primeras montañas de color pastel, algunas fumarolas a lo lejos y, entre la lava, grandes cristales de obsidiana. Seguimos las estacas, subiendo y bajando entre lava. Llegamos a una zona de fumarolas de fuerte olor a azufre que nos recuerda a Hverir en Mývatn. Subimos hacia  Brennisteinsala, pero antes de llegar a su cima, nos tenemos que ir parando, ya que detrás nuestro contemplamos un paisaje completamente surrealista: montañas de colores salpicadas de lentejones de nieve espolvoreada de ceniza y con incrustaciones de lava. Entre medias, pequeños ríos y musgos se quieren introducir en el paisaje dando un toque verde eléctrico. Nos encontramos ante el paisaje más bello de la isla. Ya en la cima de Brennisteinsala, nos comemos un bocata acompañado de la clásica manzana de origen argentino. Las vistas de 360º  desde nuestro "restaurante" son de ensueño. Desde Landmannalaugar sale un sendero que llega a Bórsmörk tras cinco días de caminata. Podría estar muy bien realizarlo en un futuro.  Tras media hora contemplando y realizando cientos de fotos, proseguimos nuestro precioso sendero. La bajada es un poco resbaladiza, pero nuestras botas cumplen con su función.

Ya en la parte baja, nuestra vista ha cambiado, aunque no por ello es menos espectacular. Nos encontramos rodeados de "algodón". Israel comenta que estas plantas son de la familia de los juncos. A ras de suelo disfruto como un enano con mi "amado" trípode.

Israel parte hacia las que denominamos “montañas tutti frutti", pero seguro que tienen otro nombre. Yo me quedo en este valle con la cámara y él camina hacia la cresta. Quedamos en vernos en la zona de aseos del camping. Un baño posterior en el río nos sirve para terminar de relajarnos. En las cercanías existe una empresa que ofrece paseos a caballo, islandeses por supuesto, por las cercanías. Esto podría estar muy bien para otra ocasión.

En el río termal observamos un falaropo picofino sin alterarse por el paso de la multitud de personas que acampan en esta zona.

Ya de regreso, pinchamos el 4x4. Israel cambia la rueda como un autómata; se lo sabe de memoria ya que tiene un vehículo similar. Cerca de donde tenemos que dejar el vehículo, encontramos un cadáver en la carretera. Paramos. Es un zorro ártico con su traje de  verano. Es el único mamífero que hemos visto muerto en las carreteras, donde lo común es ver multitud de aves aplastadas.

Antes de entregar el 4x4 tenemos que repostar. Son treinta euros más sorpresa. Israel paga con tarjeta y seguidamente le entran dos mensajes en su correo. ¡Sorpresa! Le han cobrado el repostaje del anterior, el cual reclamaremos a nuestro regreso. Hemos pagado muy pocas cosas con tarjeta y tenemos dos reclamaciones que hacer. Nuestra experiencia debe servir para utilizar la tarjeta lo menos posible.

El día ha estado repleto de paisajes inolvidables y surrealistas. Algunas de las imágenes que he realizado parecen más pintura que fotografía. En la terraza del alojamiento, mirando al atardecer, el cielo se ilumina enmarcado por lupinos. Comentamos el magnífico día que hemos pasado; otro día diferente a los demás.

Cena y a dormir. Ya en el saco consulto la guía de rocas: la riolita deriva del enfriamiento rápido de un magma granítico muy viscoso. Me quedo dormido con el libro abierto, escuchando música de Message to Bears, un grupo de música islandesa muy relajante.

¡Alarma! Me despierto pensando que hemos sufrido un terremoto. Calma. Es Israel que ha bajado de la litera. ¿Qué hace este libro aquí?, me pregunto. El mp3 aparece justo al lado. La habitación está iluminada por el sol de media noche. Cierro el libro y lo coloco junto al aparato de música. Por cierto, no tardo nada en volver a dormirme.


Viaje a Islandia 12º día.

Hoy nos hemos levantado una hora más tarde. El cansancio ya se está acumulando en nuestros cuerpos. Nos damos una ducha para terminar de despertar. Preparamos el desayuno, cargamos el coche y salimos con dirección a la península de Reykjanes. Nuestra primera parada es en una iglesia pegada al mar. Junto al cementerio, observamos la casita roja para los elfos. Curiosidades del país.

Muy cerca está la zona geotermal de Krysuvik, un área de fumarolas junto a Kleifarvatn, un gran lago rodeado de un paisaje con sensación de lúgubre. La carretera discurre entre campos de lava. Es el mismo paisaje que nos encontramos junto al aeropuerto internacional. Es lógico ya que nos encontramos en la misma península.

Caminamos por unas pasarelas de madera para observar los colores y oler los vapores sulfurosos. Nuestro ritmo de hoy es mucho más pausado. Los deberes los tenemos hechos. A pocos minutos de este lugar hay acantilados negros. Circulamos por un camino de tierra entre ríos de lava y terminamos acercándonos al acantilado negro repleto de aves. Israel monta el catalejo para observar un rato el comportamiento de las aves, que se encuentran en los taludes y en el mar. Nos comemos el bocadillo junto al alboroto de las aves que pasan muy cerca de nosotros, sobre todo fulmares.

A primera hora de la tarde toca relajarnos ya que el viaje de naturaleza llega a su fin, aunque aún nos quedan algunas cosas por disfrutar. Pasamos por Grindavík destino Laguna Azul. Un gran aparcamiento nos recibe entre edificaciones de las que sale una gran cantidad de vapor. Una instalación geotermal alimenta a la población y a la Laguna Azul. Aquí si observamos autobuses de cierto tamaño pues nos encontramos en un famoso destino turístico.

El primer susto se produce al pagar: unos 40 € al cambio. Todo el recinto está para estado de revista, inmaculado. En los aseos vemos taquillas con cierre electrónico. Vamos directos a la piscina. En el exterior hacen unos 15 grados y cielo está cubierto. No solo existen turistas, también muchos islandeses acuden aquí para relajarse. El agua se encuentra a una temperatura muy agradable. La gente coge una especie de arena muy fina blanquecina y se la extiende por la cara. Junto a nosotros, Israel detecta dos de los protagonistas de la serie “Juego de Tronos”. Deben estar rodando por la isla algunas escenas.

Transcurridas unas tres horas, salimos completamente relajados. Ahora nos dirigimos hacia Reykjavik, donde pasaremos un día y medio antes de coger nuestro vuelo de vuelta.

Dormimos en una confortable casa de huéspedes donde el desayuno está incluido. Ya nos habíamos acostumbrado a la dinámica matutina, pero algo de relax nos viene muy bien. Nuestro alojamiento se encuentra muy cerca del lago junto al centro de la ciudad, repleto de aves.


Viaje a Islandia 13º día.

Un día con un sol desde primera hora y sin nubes. Nos encaminamos hacia el puerto, donde escogemos una excursión en barco para intentar ver ballenas. Salimos a las 10 de la mañana, con el mar en calma y nos situamos en la proa. Desde el barco tenemos unas vistas muy bonitas de Reykjavik. Al poco de salir paramos en unas pequeñas islas con multitud de aves. Los fulmares vuelan rasantes junto al barco. Algunas pardelas y frailecillos se concentran en el horizonte. Hay varios barcos de observación en la zona donde nos encontramos. Al poco tiempo de estar parados, brota el primer géiser proveniente de una ballena. El capitán lo anuncia por megafonía y nos dirigimos hacia el lugar. Jugamos al ratón y al gato con las ballenas, hasta que se produce un avistamiento realmente cerca, aunque la cola no llegamos a verla. Nos comentan que el día anterior vieron orcas. Tras tres horas de travesía, retornamos a puerto. Sin duda ha merecido la pena la excursión.

Ya que estamos en el puerto, comeremos en un bar que nos recomendó la propietaria de la casa de huéspedes. Pedimos una sopa de pescado y brochetas de diferentes pescados con la correspondiente cerveza. La comida en la terraza fue muy agradable. El local tiene personalidad.El precio es contenido: unos 20 € por cabeza.

Caminamos por las calles centrales llenas de cafeterías y algunas tiendas para turistas. Vemos ropa elaborada con lana y la clásica indumentaria de montaña 66 North y poco más. La calle principal se denomina Laugavegur y cuenta con  cierta actividad durante el día. Por la noche aquí se concentra el ambiente de copas.

Comentamos que estos islandeses no pasean con perros por la calle ya que en toda la isla solamente hemos visto tres mascotas. Hasta hace poco tiempo estaba prohibido tenerlas en casa, ya que consideraban que trasmitían muchas enfermedades. En fin, cosas del país.

Nos dirigimos hacia un edificio recién construido junto al puerto. Todo de cristales, parece simular la cristalización del basalto. Es realmente espectacular. Después vamos hacia una iglesia que se encuentra en la cima de una pequeña colina, Hallgrímskirkja. Está realizada en hormigón, inspirada en la formas de cristalización del basalto. Se encuentra rodeada de casas de dos plantas, muchas de ellas con fachadas forradas de chapa y pintadas de colores. Se respira un ambiente muy tranquilo. Muchos habitantes de la ciudad se encuentran tumbados en los parques tomando el sol que raras veces se muestra durante tantas horas y sin viento. Los niños juegan junto a sus padres.

Tenemos un atardecer de colores. La gente continúa en los parques aunque la temperatura ya ha cambiado. Nos hemos protegido con un forro polar. Ha sido un día muy tranquilo en esta “ciudad de provincias” junto al mar.

Son las 10 de la noche y los bares comienzan a llenarse. Entramos en un pub donde sus clientes están cantando y tocando instrumentos en un ambiente realmente muy agradable. Nos quedamos tomando unas cervezas comentando nuestras experiencias en Islandia. Más que “la isla del viaje al fin del mundo” la debemos llamar “la isla desconocida”, ya que cuenta con multitud de atractivos naturales que hasta hace poco no conocíamos.

Vamos caminando hacia la casa de huéspedes. Vemos un grupo de islandeses que hacen cola para tomar un perrito caliente en la calle Laugavegur.


Viaje a Islandia 14º día.

Nuestro viaje llega a su fin y nos toca preparar el equipaje. Sobre las dos de la tarde tenemos que estar en el aeropuerto.

No obstante, todavía tendremos tiempo por la mañana de visitar la playa calefactada y tomarmos un café en una agradable cafería en Laugavegur. Son los últimos momentos en sus calles. Camino del alojamiento, una niña vestida completamente de negro alimenta en el lago Tjörnin  a los ánsares, mientras los charranes árticos sobrevuelan nuestras cabezas con sus clásicos planeos amenazantes.

Salimos de Reykjavik sin atascos, aunque sea hora punta. Nos dirigimos hacia el aeropuerto por la autovía de los 90 km/h. Ya estamos acostumbrados a estas velocidades. En el paisaje desolador que nos recibió hace quince días comienza a chispear. Parece querer repetir las primeras sensaciones que tuvimos al circular por estas carreteras sin tráfico hace dos semanas. Partimos con una temperatura de 15 ºC. Cuatro horas más tarde Barcelona nos recibe con 28ºC. Son las 11 de la noche y aquí ya tenemos la luz apagada.

Seguro que repetiremos esta experiencia  al filo del Ártico ya que nos ha faltado la zona oeste y las auroras boreales. Esta isla no se puede ver en quince días. A pesar de todo, nos ha sorprendido a diario con sus paisajes cambiantes, repletos de aves y donde la tierra nos muestra su estado latente.

 


¿Por qué no disfrutar de esta experiencia con los demás?  LIMES. 

El charrán seguirá sobrevolando nuestras cabezas...Viajar a Islandia

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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